jueves, 20 de agosto de 2009

Budapest, Viena y Roma

Parada en Budapest. Ya antes de llegar al destino final comienzan a montar personas en el tren una parada antes ofreciendo alojamiento. Llegamos a Budapest. Se nota que ya no estamos en la Europa desarrollada y que seguimos fuera de la Europa del Euro. Se ve en el acondicionamiento de los baños públicos: sucios y malolientes. Eso sí,ya han adquirido una costumbre muy europea y que aún no está muy implantada en España: cobrar por usar los baños. Toca cambiar moneda y una decena de personas comienzan a atosigarte con las manos llenas de billetes de diferentes divisas ofreciendo mejores condiciones que la oficina de cambio. La primera reacción es pasar de ellos. El cansancio del viaje no permite que llegue la sangre al cerebro para procesar que estas personas me ofrecían mejores condiciones que en la oficina, que tenían unas comisiones abusivas. Trayecto al albergue. Cuesta llegar pese a ser una calle conocida. En fin... cosas del idioma. La primera impresión de Budapest es que no hay demasiado que ver. La segunda, que todo se concentra en las orillas del Danubio. Por el día me ha decepcionado un poco. Pero por la noche veo el Budapest que buscaba: el río precioso con los las luces, el puente, el Palacio de Buda, la Isla Margarita (Sziget). Entre las cosas que más me han gustado de Pest está el parlamento. Pero ni que decir que lo más bonito es Buda con su palacio y todo el complejo que tiene alrededor. Las vistas y el lugar es precioso. La tarde del segundo día la dejamos para ir a un balneario público. El relax también es importante. Al fin y al cabo, son muchos días de viaje.

Penúltima parada: Viena. Es imposible no explayarse demasiado, pero espero conseguirlo: PRECIOSA. Creo que este término resume perfectamente la ciudad. Ha sido la ciudad que más me ha gustado de todas las que he estado junto a Berlín. Edificios blancos inmaculados mantiendo los cánones clásicos. Una calidad de vida impresionante: tranvía, metro, bicicletas públicas para alquilar. No sé, podría seguir escribiendo y no pararía. Si hay algo que tuviera que destacar de entre todo lo que vi, sin duda me quedaría con el Parlamento: cargado de ultraderechistas por dentro y de belleza por fuera. Una ciudad, sin duda, para volver.

Última parada: Roma. A estas alturas uno ya está deseando llegar a casa. Todas las predicciones que tenía con respecto a Roma se cumplen. La primera es que me iba a morir de calor: no estaba en absoluto equivocado. La segunda es que iba a ser la ciudad con mayor sensación de inseguridad de entre las que había estado. Nada más salir de la Estación de Termini se confirma este pensamiento. El albergue que había cogido iba a ser una incógnita. No había referencias. Y, efectivamente, al tocar el timbre ya nos dimos cuenta que lo regentaban chinos y que allí sólo iban chinos. Eso sí, estaba pegado a la estación. Eso era importante. La atención fue muy buena en el albergue. Yo, además, me llevo muy bien con los chinos, así que "No Problemo".

Roma, Roma, Roma,.... qué decir de ella que no se sepa: nada. Una ciudad cargada de historia. Cada trozo de piedra que pisabas (Coliseum, el Foro Romano, etc.), cada edificio que veías, te disparaba la imaginación tratando de visualizar la cantidad de personajes históricos que habían pisado, vivido y dejado sus huesos en el lugar que tú estabas. En fin, muy emocionante. Hubo dos cosas que me chocaron de Roma: la suciedad general en la ciudad y la cercanía de todos los edificios importantes para ir caminando. Creo que será mejor destacar lo segundo.

Ahhhh! Un detalle, jeje: no pude ver San Pedro del Vaticano por dentro. ¿Por qué? Por ir con pantalones cortos y camiseta de tirantes. No está permitido mostrar los hombros ni las rodillas. Sí, yaaa...Sé que muchos ya lo sabéis, pero yo no tenía ni idea. Cosas de la Iglesia. Pero no pasa nada. Mis relaciones con la Iglesia las resumo con una célebre frase de Groucho Marx que me viene como anillo al dedo: "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo". Está todo dicho.

Fin del viaje... Vuelta a casa... No tengo nada más que decir. Simplemente que: viajar es vivir.
Hasta la próxima.

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