lunes, 16 de noviembre de 2009

Érase un hombre a una pajarita pegado...

Se cumple un mes de la muerte de Andrés Montes y no he podido evitar hacer mi pequeño homenaje a este crack.

No voy a decir nada que no se haya dicho. He de admitir que la noticia de su fallecimiento me dejó helado y que me costó unos cuantos días asimilarlo. Nunca me había dejado esa sensación amarga y de shock el fallecimiento de un personaje público. La gente viene y se va. Es lo que hay. Y mientras no sea alguien cercano, le damos la trascendencia que hay que darle a algo intrínseco a la vida.

Quizá para muchos esto pueda parecer exagerado, pero los que hemos disfrutado del baloncesto desde pequeños, los que hemos madrugado para ver partidos del All-Star y finales de la NBA retransmitidas por Ramón Trecet, los que luego descubrimos a Andrés Montes y a Antoni Daimiel haciendo la mejor pareja de retransmisores de baloncesto que ha habido en este país, los que seguimos disfrutando del baloncesto y de la NBA hoy por hoy, antes y después de Pau Gasol, sabemos lo que significó Andrés Montes para el baloncesto. Luego se pasó al fútbol y se amplificó su fama por la trascendencia de este deporte España. Tuvo admiradores y detractores. Lógicamente su estilo no dejaba a nadie indiferente: o te encantaba o lo aborrecías. Yo era de los primeros, y creo que, entre la gente que veía NBA, había pocos de los segundos.

Sus retransmisiones eran piezas únicas. Tenía la capacidad de hacerte ver de madrugada un partido aburridísimo de Denver Nuggets vs Milwaukee Bucks únicamente por escucharle, por sus comentarios, por sus motes, por sus frases, que siempre quedarán entre nosotros. Sus disertaciones con Antoni Daimiel sobre la vida, sobre el amor (ambos miembros del Calabaza´s Club), sobre gastronomía,... son dignas de reescuchar. Y un melómano. A mi, como amante de la música negra, me encantaban sus resúmenes acompañados con un clásico de la Motown. Siempre te hacía buscar grupos y discos por Internet. Y su look... ¡qué voy a decir de look! Era un personaje que le sobrepasaba y al que muchos amábamos, porque él en realidad no era así, sino un tipo tímido al que le agobiaba la fama producida por el personaje que había creado.

En fin, los amantes del baloncesto nos hemos quedado huérfanos. Nunca ver un partido de basket volverá a ser igual porque nadie conseguirá un nivel de atracción como el suyo. Sin embargo, siempre quedarán sus frases, sus clubs, sus motes,... Un tío que no ha pasado desapercibido en su vida y que ha dejado huella a su paso por este mundo...

D.E.P. Andrés Montes... ¡Jugón!... ¿¡Eyyy, San Pedro... Dónde están las llaves!?

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